miércoles, 10 de noviembre de 2010

Aquí el que no inventa, te la pega

Que paren las imprentas, esto es un atraco.

Anoche por una casualidad del destino, o más bien, fruto del insomnio provocado por un cortado pedido negligentemente por una servidora, acabé enterándome de que el curioso Alexander Graham Bell NO inventó el teléfono. Oh dios mío, quise meter la mano debajo de la almohada y lanzarle una mirada escéptica y ácida a la vez (debido a las altas horas de las noche en las que sucedió) al altavoz y esperar que rectificaran. Sin embargo, eso nunca sucedió.

Tenían razón anoche los locutores y era yo la mentecata número 1. Ahora seguro que está el típico listillo que asentirá mientras piensa que es evidente que no lo inventó SINO que lo patentó. Pues sí, mira, lo confieso, no tenía ni idea.

GB vacilando de invento, nueva forma para ligar con las churris


A mí me enseñaron de pequeña que fue Graham Bell el que lo inventó, y quizá ahora si nos fuéramos a los libros del texto encontraríamos ( y ya sería tener mala suerte) la afirmación que me llevó a sobrecogerme anoche en la cama. Sin embargo, esto tiene su justificación. A veces aferramos victoriosos la moneda, con una sonrisita de placer dibujada en el rostro, y olvidamos que existe otra cara que se oculta en las sombras. Y así era. Fue el día 11 de junio de 2002 cuando el Boletín Oficial de la Cámara de Representantes de los EE.UU. le asigna la invención a nuestro querido desconocido: Antonio Meucci. Por lo que oí en la radio, lo inventó pero no tuvo suficiente dinero como para propagarlo y el modelo se quedó muerto de risa en Nueva York, en el año 1860.

Pero ya llegó el espabilado de turno, Graham Bell, que al parecer sí tenía dinero, el único factor que faltaba para despejar la incógnita y lo vio bastante claro:

(Sonidito de campana al abrir la puerta de la tienda de empeños)

Graham Bell: ¿Cuánto me da por esto? (deja el prototeléfono sobre la mesa con poco interés)
Vendedor interesado: Oh dios mío.
GB: ¿Qué pasa? (mientras se mira las uñas despreocupado)
VI: (cogiendo el prototipo de teléfono y alzándolo para verlo mejor) Esto es un auténtico milagro.
GB: (dirigiendo una mirada perezosa al vendedor) ¿este cacharrito tiene algún tipo de valor?
VI: (sonriendo) Venga, señor, no sea usted modesto, ¡esto es una auténtica revolución!

Así es básicamente como me imagino la situación. Así que esta entrada tiene como objetivo reinvindicar la ardua tarea de Meucci, que corra la voz, cambiad los libros de textos, empapelad las paredes de vuestra habitación. Ahora temo que el espíritu de Graham Bell venga a venderme algo en plan testigo de Jehová. Este tío era más listo que el hambre, me llenaría los bolsillos de Atalayas.

1 comentario:

  1. JAJAJAJAJAJAJAJAJA...
    cómo me estoy riendo!Pues tienes razón, siempre nos timan... yo ya conozco unos cuantos casos así... y lo cierto es que ese tal Meucci creo que me suena...
    pero que sepas que en los libros de texto siguen poniendo a GB... el poder del dinero (ya en esa época... ¬¬)

    ResponderEliminar