jueves, 28 de julio de 2011

Y los sueños... ¿sueños son?

Hoy me he levantado un tanto aturdida: entre la falta de horas de sueño (lo siento por las mínimas exigidas, le juro solemnemente a mi mente y a mi cuerpo que pronto las recuperaré con mucha gracia y salero), la llamada maternal para despertarme antes de la hora acordada y el sueño que he tejido durante el poco trance que he tenido este noche, seguramente mi cara al levantarme (siempre con los ojos cerrados por ir medio sobada y porque además es la máxima expresión de descontento matutino, aunque sobre todo porque aún sigo medio sobada) parecía un Picasso con rasgos más obtusos e irreales.



La increíble confusión que bullía en mi cabeza se ha tomado la libertad de someter a mi cuerpo en una especie de sensación de irrealidad. ¿Dónde estoy? ¿Que tengo que qué? Joooder, ¿no me levantaba a las once menos cuarto? Tanto si esa era mi voluntad o si no, debía levantarme y como todo ser humano incorporarme a la vida cotidiana, pero para eso debía deshacerme de los restos de sueños que me quedaban de anoche: situaciones que jamás ocurrieron pero que hicieron florecer ciertas percepciones en esta mente. Así, una se levanta jodidamente descuadrada. Como si cada mañana al despertar tuvieras el cerebro como un cubo de rubik: desordenado (¿o ese es solo mi cerebro?).

Nos cuesta una barbaridad, no por tiempo, sino por argumentos, convencernos de que nuestra mente todavía sigue ebria de ilusiones y de situaciones imposibles: cuando soñamos con dinosaurios que aplastan a los transeúntes o persecuciones poco amistosas, nos resulta más fácil añadir el comodín de la realidad para hacer una limpieza general allí arriba. Pero, ¿qué pasa cuando aquello que soñamos es una situación viable y cotidiana? Muchas, muchas, muchas veces, nuestro queridito serebrín se toma la increíble sutileza para almacenar el contenido acumulado durante las horas activas y digerirlo bien, etiquetándolo y encajonándolo todo en un sitio (si no, vaya disaster). Para ello, utiliza suave y concienzudamente el espectáculo de la metáfora: cosas que parecen no tener sentido, tras un momento de sinceridad con uno mismo y reflexión, cuadran. Sobre todo, lo más importante en ese proceso de transcripción de sueños a sensaciones reales, es dedicarle una buena dosis de verdad. Al fin y al cabo, es tu mente la que la fabrica y solo tú sabes realmente lo que sientes y piensas. De este modo, y con este pase VIP que luce a mucha honra, es capaz de enroscarse y crear situaciones imposibles, que sólo materializan tu angustia por el examen, el desamor o tus ganas de hacer algo súper atrevido y molón.

Sin embargo, y aunque mucha gente tampoco se pare a descifrar esta auténtica y genuina obra de nuestro subconsciente, la gran mayoría de veces es fácil de desenmascarar gracias a lo mencionado antes: "Fíjate si estoy estresada por los exámenes que he soñado ya que las suspendía todas...". Ese ejemplo es muy sencillo: el examen está presente en el sueño y es fácil de relacionar. No es fácil, es de retrasado no hacerlo. Luego hay otros que combinan elementos reales con otros fantásticos, cosas que jamás "deberían" ocurrir, que te dejan un poco con la intriga de si estás jodidamente loco o de si es que tu mente es la más creativa y poderosa de todas. Eso  ya es una elección propia.

También es cierto que cantidad de veces "no nos acordamos de lo que soñamos", pero tal y como tengo entendido sí lo hacemos cada noche porque es un proceso de conversión, de etiquetado, de compresión para que el pobre cerebro sea capaz de gestionar todos los archivos recibidos. En cualquier caso, no aceptar lo que se sueña o evidenciarlo por el mismo hecho de que sea material confeccionado con irrealidad y destile ese dulce olor a, por tanto, mentira, no creo que debamos pasar por alto su importancia. Tampoco reclamo que la gente acuda rauda y veloz a comprarse uno de esos libros sobre significados de libros, ni tampoco al chamán del pueblo para poder desentrañar el misterio de su mente. Mi recomendación es tan sólo la de darle la importancia que tienen, pararse a pensar ligeramente qué puede significar y por tanto, qué está pasando en las catacumbas de uno mismo, allí donde comienzan a oírse los ecos más puros de lo que verdaderamente pensamos, sentimos o percibimos.

Con lo que cuesta discernir en ocasiones lo que es real y lo que no, simplemente queda ese momento de la mañana donde intentas hacer que cuadre esta situación sospechosamente onírica que todavía ronda por tu cabeza. Emites un juicio y ves que la coartada cae por su propio peso. Es sencillo, es fácil y cómodo y no se trata de restform.




Te levantas medio atontada, borracha de irrealidad, mientras intentas romper las telerañas que todavía quedan de los sueños de anoche.Y qué dulces son los sueños Y qué loca me acabaré volviendo.

lunes, 18 de julio de 2011

Tuenti y BlackBerry: los dos primeros jinetes de mi Apocalipsis

Después de darme cuenta de lo abandonadito que tengo a mi pobre blog y del odio visceral que siento hacia las BlackBerry, he caído en la cuenta de que podía dedicar un poco de mi tiempo a ponerme a despotricar (aunque sea vía blog como forma alternativa porque en vivo y en directo lo hago constantemente) sobre este dispositivo demoníaco.

Y bien, las supermegaguays compañías de teléfono actuales te ofrecen un pacto con el mismísimo demonio: pásate a contrato, paga muy poco por las llamadas e Internet y te endosamos una super calculadora-ladrillo que puede servirte para chatear constatemente con tus happy tree friends. Hasta aquí todo parece sospechosamente bonito y dulzón: mensajes por blackberry completamente gratis garantizados, disponibilidad total con tus contactos y amor y paz para el globo terráqueo. Bueno, más bien no.



A partir del momento en el que consigues adueñarte (o más bien, te consigue amaestrar la maquinita a ti) de la Blackberry, las malditas y anodinas horas que "¿perdías?" entre trayectos del bus, del metro, esperando a estos servicios de transporte público que nunca llegan y otras horas propicias al empanamiento, pasan a ser ADVENTURE TIMEEEEEEEE. Sacas tu calculadora casio con bordes redondeados y a chatear se ha dicho, ¡Wow, Jimmy, esto es una auténtica pasada!

ADVENTURE TIMEEEEEEEEEEEEEEEE

Y una mierda. 

 Primero fue el Tuenti, la gran y admirada plataforma en la que tanto para bien como para mal, puedes subir fotos, que seas etiquetado en alguna donde más te pareces a Igor que a tu reflejo  y compartir música y cosas por el estilo. Mandar un mensaje gratuito y dar por hecho que la gente lo utiliza con la misma asiduidad que tú o incluso más. Pero ya se sabe que estas cosas son un arma de doble filo: que si me conecto por si han subido las fotikos del otro día de party time, que si me ha dejado un comentario el churry con un tkm intenso y un vídeo del youtube tope amoroso, que si mi amiga me ha dicho a qué hora hemos quedado y dónde... y mándame un privi contándome qué tal tu cita con el mormón aquel. El caso es que al final me meto como 15 veces al día (tanto si lo reconozco como si no) y aprovecho que estoy dentro de ese universo maravilloso que viola cualquier posible intimidad ( y además yo lo tolero) para cotillear las últimas fotos de alguien que más o menos me interesa, o las de la chica que agregué hace tres años pero con la que jamás medié palabra.

Así, Tuentifashionworld hace que nos enteremos de cosas que en realidad no nos interesan, o peor aún, que nos lleguen a interesar. La vida de los demás puede ser muy entretenida para pasar toda una tarde cotilleando sobre si lo han dejado o no, o sobre mírala qué modestita que sube las fotos de su viaje con el churry a la France. Digo todo esto y confienso que yo también he entrado en esta espiral de asqueroso intrusismo porque es lo más fácil del mundo: la gente sube sus fotos, cuenta su vida y pone sus vídeos al alcance de todo el mundo. Y tú te aburres. Y lo ves. Y te aburres tanto que tú también las subes, cuentas tu vida y pones vídeos. Y la gente se aburre. Y te ven.

Así es como empieza el ciclo sin fin que lo envuelve todo (y aunque estemos solos... debemos luchar) para acabar desembocado en BlackBerry. El Facebook también tiene su aquel, sin embargo, las fotos que suben suelen ser más discretas, o al menos la gente de mi entorno no es exactamente propicia a subir fotos intimidatorias ni a dejar restos de mi vida por sus muros, o al menos  de manera tan exagerada como en el Tuenti.

Lo peor del Tuenti es que nos lo guisamos nosotros solitos. Somos los que ponemos a qué hora quedamos y dónde en el tablón, los que nos mola subir las fotitos y los que mandamos privis sobre nuestra situación supersentimental desastrosa y caótica. Nosotros mismos. Al menos, Dios había sido benevolente y había hecho que se pudiera acceder masivamente y sobre todo por el ordenador y sin embargo, pronto llegó la BlackBerry a los círculos más estrechos de la población que satura la página de Tuenti cada instante. OHHHHMYYYYGOOOOOOOOOOOOOOD, ¿Dónde está tu Dios ahora?

En un principio no estaba tan tan tan tan tan tan en contra de la BlackBerry cuando la utilizaba la gente manager of the world que necesita estar conectada a internet las 24 hours a day para mirar sus acciones en la bolsa de Tokyo. Pues vale, pues que hagan lo que quieran.
Maldigo en día en que llegó a mis oídos ese susodicho rumor de que los mensajes entre BB eran gratis. Así empezó la pandemia. Se propagó como la pólvora: ¿chatear gratis con la peña?¿Como en Tuenti chat pero tenerlo todo el día encima? CHUCHUCHU-CHULIIII.

Y es cuando lanzo una inocente pregunta: ¿de verdad la gente no tiene nada mejor que hacer que estar conectándose a todas horas al Tuenti? ¿Chatear tontamente por el maldito whatsapp?¿Contarle su vida a su mejor amiga en vez de quedar?¿Hablar con peña que te interesa menos que la boda del Príncipe de Mónaco?

Si me molesta y me enfurece una auténtica barbaridad cuando la gente habla por el whatsapp cuando las tienes delante (porque si quedo con alguien es para hablar, no para que me chatee en la cara) hay algo que todavía me pone más basilisco todavía: que la gente no lo critique.

Parece que los frikis que nos molan los videojuegos y nos pasamos la tardecita con la play 3 en un alarde de sentimiento pro infantil relacionado con una infancia ya envuelta entre joysticks y barra espaciadora, somos un tanto asociales y no salimos de party time guyachi piruli. Que la pantalla es mala para los ojos, que no es bueno estar tanto tiempo en casa pegado a la maquinita. Correcto, completamente indiscutible.


¿Y bien? ¿Qué tiene de bueno estar todo el puto día pegado a la calculadora casio versión Tuenti chateadora? ¿Eso no es estar pegado a la maquinita? ¿Esa no es sino otra forma de incomunicación, cuando prevalecen los mensajes tontos, "hablas por hablar" en vez de estar con tus amigos en vivo y en directo? ¿Es cosa mía o no es ofensivo que la gente se pone a decirse tonterías delante de ti cuando quedas con alguien y dejas de poder hablar tranquilamente porque se está mandando minimensajitos totalmente prescindibles y sobre todo con la fácil posibilidad de posponerlos? ¿Acaso es más importante la persona que te está diciendo que está tumbada en el sofá que yo que me he desplazado para estar contigo?

¿Por qué la gente que tiene BB y la utiliza para comunicarse no está enganchada y está mucho mejor visto que estar con una maquinita?¿Dónde está la verdadera comunicación? Al parecer nula.

Yo reconozco ser bastante lapa con el ordenador y el messenger, y he estado Tuentichateando como la que más pero ya está. Se queda en eso, al igual que la play, que es un rato, una temporada y ya está. Pero no pienso que pueda llegar a sustituir la comunicación real, de ningún modo. Acepto y considero que son puro entretenimiento, pero no dispongo de ellos a todas horas. No estoy conectada 24 horas a un aparato donde mandar mensajes es gratis, porque básica y siniestramente funciona como un puto localizador.

Me pongo a generalizar y a dar por hecho que la gente está muy enganchada por el mismo hecho de que entiendo lo fácil que es quedarse embobado mirando a quién saludas de tu lista del whatsappeo. Pero sigo pensando que es otra pantalla más: otra forma de incomunicación.

jueves, 10 de febrero de 2011

Granujas de medio pelo


Hoy vengo extrañada. Tal vez sean cosas mías (aunque es obvio que lo son). Pero por una vez me decido a dejar constancia de mis peripecias en la peluquería y eso que siempre que voy las pienso y las redacto en mi cabeza. Pues hoy se vienen al desguace. Como novedad, dejaré un vídeo al inicio, con la intención de que escuchéis la canción mientras leeis la entrada. Y con respecto a ella, simplemente decir que ayer me acordé de nuevo de su existencia y de cuánto me gustaba. Depeche mode tiene algo que me seduce.




Las peluquerías son un hábitat en el que ya me he desenvuelto varias veces, por motivos obviamente estéticos. Sin embargo, como todo lugar que se plazca, cada una de ellas tiene unos matices que las diferencia de las demás, así que hablaré hoy de la mía. De la que he ido HOY.

(Before you say gooodbyeeeeeeeeeee, qué chula) Bueno, he acudido a una hora razonable. Nuestro departamento tenía conocimiento de la apertura de este establecimiento a las 10 así que me he deslizado con pies de plomo por el sueño a medios diez. Y vaya cuál ha sido mi sorpresa, que el banco de las esperas estaba ocupado por cuatro hermosos y madrugones culos que me han dedicado una fugaz mirada cuando he abierto, para volver a zambullirse de nuevo en las revistas de cotilleo. Así que me he encogido de hombros y he esperado de pie, disimulando mirando la carta de precios y haciendo algo que se me da de miedo: la puta sueca. Después de hacerme la sorprendida cuando me han pedido el abrigo para colocarlo en la percha número 8, y enfundarme esa bata negra que hace que parezcas una auténtica bolsa de basura, le he dedicado una sonrisita a la chica que me ha indicado que pronto me tomarían nota. No se acuerda de mí, pero yo de ella sí. Y es simpática. Y a las personas simpáticas tengo la horrible costumbre de sonreírles, para que por el amor de dios sigan existiendo y disminuyan este odio que tengo por la gente en general.


Después de indicar con voz ronca mi nombre, que casi ha parecido que estaba delatando a mi proveedor de estupefacientes o peor aún, nombrando a la mujer de la cual iba a solicitar sus servicios, he carraspeado y me he sentado donde me han indicado. Con el silencio que me caracteriza, he sacado mi libro, el lápiz y he leído durante un buen rato. Luego he contemplado cómo convertían a la mujer que descansaba a mi lado, empotronada en una silla como servidora y mirando con esa cara de escepticismo que suele dibujarse en los rostros ávidos lectores de el ¡Hola! y derivados. Pero bueno, pronto he seguido a lo mío. Ha venido la chica para preguntarme el color, y he respondido un "lo de siempre", y sin embargo no me ha quedado tan bonito como en las películas, más bien se ha perdido en el vacío. Se ve que hoy el don de la palabra lo tenía en las profundidades de mi esófago. Ha reaparecido para colocarme un plástico protector en torno al cuello y ha mascullado algo. Y esto ha sido muy gracioso porque he oído "te la preparo" y no solo me he contentado con asentir, sino que además he dicho "sí", para más tarde percatarme de que no me lo decía a  mí. Se me ha quedado mirando, y me he vuelto a hacer la sueca pensado "puta sorda, ya tenías que hablar".


Después de ese tonto incidente que ha ocupado gran parte de mi mente debido a un acusado aburrimiento y la incomodidad que pronto se propaga por mi cuerpo al reconocer que estoy en un sitio con gente, expuesta a miradas, quieta, pausada, y además con unos pelos horrendos, he contemplado gracias al maravilloso y titánico espejo que había ante mí, cómo sería con el pelo rapado. El recogido con una pinza, ese acabado tan sutil, ha hecho que me perdiera en mis rasgos, entrecerrando los ojos y mirando mi nariz, mi boca, mis mejillas y mis orejas con detenimiento. ¿Qué pensaría la gente al verlos? ¿Qué parece que soy? Y pronto he borrado de la imagen el pelo para observarme calva, y del horror casi me giro y me pongo a devorar el tinte para provocarme una intoxicación instantánea. Así que después de un aleteo rápido de párpados, he vuelto al libro, antes de que siguiera alimentando estas alucinaciones provocadas por una combinación letal: madrugar y permanecer inmóvil (y jodidamente fea) con gente.

Después de unos, como ya podréis imaginar, intensos 40 minutos de espera, me he desplazado torpemente hacia las pilas para que procedieran a lavarme el pelo. Increíble pero cierto, no ha habido ningún incidente a destacar, excepto los usuales contrastes que drásticamente cambian de un terrible frío al ardiente calor. Y sí, creo que como el resto de veces que he ido a la peluquería, ahí han asesinado más de una de la ideas que descansaban en mi cabeza. Por lo demás, he envuelto mi pelo en la toalla y me he dirigido al encuentro en la segunda fase: el corte de pelo. Vaya, qué cosas. Mira quién está aquí, sujeto L. Estaba esperándolo porque me lo habían asignado y lo escuchaba parlotear con una señora mayor, recomendándole laca con una rapidez y una naturalidad acojonantemente envidiables. He sacado mi morro inferior mientras asentía pensando que sería un buen vendedor de nadas. Pronto, como era de esperar, ha asomado su cabeza y  con una impecable sonrisa me ha dicho que pronto estaría conmigo, que le disculpase. Yo, con esta voz tan deliciosa y dulzona que tengo últimamente, he dicho un "ssí" y he sonreído automáticamente, mientras volvía a girarme hacia el ventanal para ver a la gente cruzar el paso de peatones.

Cuando ha llegado mi turno para la guillotina, he hecho las indicaciones pertinentes con rapidez, porque una ya está curtida en estos asuntos y sabe que si las instrucciones no se dejan claras desde un principio, la operación se expone al criterio personal de alguien que blande unas tijeras. Y como es obvio, eso no pinta nada bien. De este modo, pronto ha intentado sacarme conversación. Preguntándome por el finde semana. Yo, tan sosa, tan acusadamente lerda y anodina que soy cuando me lo propongo, he dejado caer  este tiempo tan indeciso, y unos planes bastante borrosos. Sin embargo, pronto me aburría y pasaba de meterme en la vida del ¡Qué me dices! y otros protagonistas bochornosos, así que le he declarado mi admiración por esas técnicas de corte de pelo tan curiosas. Qué acertada he estado,  parece que dios me haya iluminado con un ápice de sabiduría, porque la respuesta ha sido, en el mismo momento en el que iba explicando mi inquietud, una enorme sonrisa y un brillito en esos ojos verdes. Pronto se ha desenvuelto con naturalidad, creo que incluso demasiada, relatándome otros métodos fuera de lo convencional y algunas de sus experiencias en el extranjero. Yo lo miraba sorprendida, porque lo estaba, pero más todavía por su reacción. No creo que nadie le hable de esas cosas nunca, porque estará acostumbrado a que las abuelas les mencionen la vida de sus sobrinos y las arduas excursiones al Mercado Central.

Pronto ha ido saltando por mi pelo, recorte por aquí, recorte por allá, con coquetería, ladeando la cabeza y mostrándome cómo con el peine debía hacer las medidas oportunas para ciertos peinados inverosímiles. Yo no podía parar de sonreír. Era como un niño al que por fin le habían dado la oportunidad de jugar con su juguete favorito después de hacer los deberes con dedicación. Asentía y hacía algún comentario vacío para hacer que la conversación permaneciera viva, mientras él me dedicaba  más de un aspaviento para acompañar a su apasionante relato. Me ha gustado la sensación que me ha contagiado al tener esa conversación.

Pronto hemos terminado, he pagado y me he ido. Y he vuelto a incorporarme al tráfico de gente que se mueve anónimamente por el centro, cruzando los pasos de cebra y con el monedero en la mano. Ya en el  autobús he pensado que sería una buena idea dejar todas estas impresiones que brotan en cosas tan cotidianas y tan silenciosas como es el ir a la peluquería. Así que aquí estoy. Y aquí está también mi sermón.


lunes, 3 de enero de 2011

La mala costumbre que heredamos de Callejeros

Anoche, mientras intentaba a duras penas lograr hacerme un bocadillo decente para cenar, me quedé embobada mirando la televisión como hacía tiempo que la dichosa caja tonta no lo conseguía. Después de un zapping bastante torpe acabé en uno de los canales de tve, yo juraría que era el de las 24 horas.  

Partiremos de que era ese y así me quedo yo más tranquila.

El programa se llamaba REPOR y buscando ahora mismo el enlace he encontrado justo el vídeo del que voy a hablar, mira tú qué suerte la mía. Lo tenéis aquí, no me deja incrustarlo así que os dejo la dirección: http://www.rtve.es/television/20090130/sobrevivir-a-calle-repor/226811.shtml

El reportaje se llama Sobrevivir a la calle y conseguí engancharme cuando ya llevaba la mitad del programa emitido. Sin embargo, y un tanto reacia a contemplar lo que Callejeros ha querido meternos a horas un tanto indigestas, sobre gente de la calle, drogadictos, prostitutas y personajes variopintos que les enseñan sus artes a las cámaras, permanecí con el mando en la mano unos segundos. Le di el beneficio de la duda y esperé a ver si no rozaban la morbosidad bullente de la que Cuatro ya ha hecho el estandarte de la cadena. Pero me sorprendí al encontrar que delante de mí, un hombre con un aspecto quijotesco, la cazadora un tanto roída y un rostro curtido por la experiencia buscaba la complicidad de la compañera que le preguntaba al lado de la cámara. Me sentí nostálgica y decidí dejar el mando sobre la mesa y atender.

Así fue, uno de los casos que trataba el programa era el de un dibujante de cómics que tras ser despedido se encontró de la noche a la mañana en la calle. Tal y como relata él, acabó inmerso en la bebida y ahora la Fundació Arrels le había dado un piso junto con otras dos personas que también se encontraban en la calle. Al principio me entristecí bastante, al oír la voz cascada de este hombre que llevaba al equipo de tve a un lugar lejos de la ciudad, a los matorrales donde descansaba todas las noches. Lejos de querer asentarse en un cajero, decía que tan sólo los árboles habían sido testigos de su miseria. Así, poco a poco, fui desprendiéndome del sentimiento razonable de compasión y empatía para acabar vistiendo la admiración. El poder de la superación, en el testimonio de aquel hombre se encontraba una verdad como un templo, que relucía entre unas confesiones tan sinceras. Ni lloraba, ni se lamentaba en exceso, tampoco montaba un teatrito. Simplemente esa había sido su vida. Mostraba a la cámara los bocetos de su nuevo cómic, la parte en la que narraba una agresión que él mismo había sufrido. Así, el testimonio de este hombre iba a ser plasmado en garabatos llenos de recuerdos. 15 años. Y pienso yo en los 19 que luzco y siento un tremendo escalofrío.

Hay más casos brillantes en este reportaje. También hay un hombre que trabajaba en una editorial y ahora retoma su faceta artística escribiendo su experiencia. Lo graban en una cafetería, junto a un café y un bloc para escribir. Cerca de la ventana, con el semblante entristecido, pero blandiendo con determinación el bolígrafo que teñía las páginas de tinta. El vivo retrato de la superación, de nuevo.

Encontré en estos dos hombres en concreto esa fuerza de la que hablan. Eso que dicen que se llama esperanza y que hay que tener, aunque tan sólo quedaba el eco de ella. Porque no existe, sólo el reflejo que se desprende de las decisiones que tomamos. La actitud, la determinación, el coraje y la lucha para enfrentarse a unos problemas. Me imagino una espiral incisiva. Tener problemas, caer en la evasión, que a su vez genera más problemas, ¿cómo salir de esa realidad paralela?¿Cómo enfrentarte a los vicios que conlleva el haber huido? Las decisiones escuecen y poco a poco se solidifican, acaban formando una gruesa capa sobre nuestra piel, y con el tiempo va tomando forma, va perfilando sus curvas, describiendo casi a la exactitud el contorno de nuestro cuerpo. Y para cuando quieras echar la vista atrás, te darás cuenta de que has tardado 15 años en girarte.

La verdadera supervivencia se encuentra hoy en día en ellos. En la calle, entre basura, entre cartones y cuerpos ennegrecidos. Sonrisas melladas que pasan desapercibidas en la sombra, y sólo se oye el sonido de nuestras conversaciones, de nuestros pasos, de nuestras vidas, de nosotros.

Estoy tan acostumbrada a ver miserias en Cuatro que acabo igual de inmunizada que con los conflictos en Oriente Medio. Callejeros nos ha hecho muchísimo daño, intentando adaptar esa mentalidad de "telerealidad" que al final solo acaba indagando en los barrios más turbulentos de las ciudades, royendo, buscando con avidez testimonios de gente que intenta pasar a duras penas un día más en la tierra. Y estoy hasta los cojones de ponerlos y que me salga más de lo mismo, para que al final acabe trasladando un problema real a la ficción. Para que acabe con lo siempre "¿viste en Callejeros aquel drogata que estaba en x sitio haciendo no sé qué? ¿Y qué me dices de las prostitutas que bailaban alrededor de una hoguera?". Por mucho que los saquen en televisión, no creo que eso incremente su dignidad, ni sea una clara forma de integrarlos en la sociedad, si es que ese es uno de los objetivos de este programa. Lo único que veo es un interés malsano en todo esto, que lejos de relatar alguna experiencia dura acaba por hacernos bostezar y pensar que es "más de lo mismo". Menos mal que con el programa de tve pude quedarme con una sensación maravillosa, con el último sabor de una victoria.

Callejeros ha conseguido que piense que la miseria es una mancha que tarde o temprano conseguirá ahogarme en el lodo. Deberían relatar con mayor ímpetu historias como estas, que alientan a seguir avanzando, a ajustar las lentes para observarnos a nosotros mismos diferentes y replantearnos lo que hacemos. Es tan fácil caer en el dramatismo y dejarse embriagar en esta espiral que sólo indica el camino para llegar a la gran evasión. Con testimonios verídicos y sin lagrimones, tan sólo miradas sinceras y sonrisas que acaban de despertar es la mejor manera de conseguir la simpatía del público. Las desgracias continúan bajo el foco de atención y así debe ser. Pero también las grandes hazañas deberían ser contadas. Y no precisamente de la mano de la factoría Marvel. Aquí no queremos héroes, queremos superaciones reales.

Queremos vivir, que al fin y al cabo es la manera más dulce de sobrevivir.

jueves, 23 de diciembre de 2010

Los cánones ya no son los que eran

 Me hago gracia a mí misma cada vez que me sorprendo cuando echo la vista atrás y veo los pensamientos de la Antigua Grecia. Alucino en colores, y no precisamente porque esté de macrodiscopartyohyeah, ni mucho menos: estoy en mi cuarto, escribiendo con cara larga y unas ojeras que cada vez se vuelven más profundas, tanto, que empiezo a pensar que acabarán por corroer el hueso.

Me maravillo, tan de vez en cuando, al contemplar la amplia mitología que tenían, metáforas sibilinas que ocultaban sus preocupaciones. No era sino otra forma de organizar este caos, de dar cuerpo a lo que nos pasa cada día, esos fantasmas que nos rodean, que llamamos de alguna forma y no sabemos bien por qué lo hacemos, pero que sin presentarse siquiera con una amplia sonrisa forman parte de nuestra vida. O no. La inteligencia, la música, la guerra (¿violencia, tal vez?), la sabiduría, la fiesta, la caza y otros trapicheos. Y aunque una se coloca una mano bajo la barbilla y entrecierra los ojos para exteriorizar una admiración un tanto difusa, no puedo evitar encontrar una distancia abismal entre ellos y nosotros.

A veces, las barreras espacio-temporales se desvanecen, con la recreación de un escenario en tu propia mente. ¿A quién le importan esas cosas en tu mundo imaginario? Pienso, qué listos eran los cabritos, mira cómo se las ingeniaban. Y miro de reojo a los romanos. Entre pitos y flautas nos han llegado sentencias de oro en latín y en griego. Frases lapidarias que todavía nos sobrecogen por la sabiduría que destilan en tan poco atrezzo. Pero con el chasqueo de unos dedos un tanto lentos, vuelvo a la realidad para quedarme con lo que más me conviene.

Al igual que nos quedamos embobados admirando una estatua blanquecina que representa una concepción de belleza bastante dispar en nuestra sociedad, pero que conseguimos entrever si nos quedamos mirándola y traspasamos con la mente ese bloque de piedra para sentir latir la esencia de la obra. La intención, el contexto, el cuidado con el que el cincel caía para perfilar cada una de las aristas que componen esa mujer de mirada distante. Pero está muerta, pienso al sentir el frío que irradia cada uno de sus miembros, está completamente muerta. En un intento de permanecer intemporal, frígida, como si se tratara de una verdad absoluta, un cimiento o esa palabra que tanto nos gusta para criticar a los demás: un dogma.

Aunque la belleza helénica sea mucho más visible, o al menos aparantemente, a nuestro parecer porque nos educaron con esta relación de ideas "Grecia- belleza-arte-sabiduría" y Roma pisándole la sombra, siempre se pueden encontrar grietas que trepan por el cuerpo desnudo de nuestra impávida e inerte mujer. Son esas mismas brechas las que evidencian que se está adaptando a nuestro tiempo, que poco a poco experimenta la corrosión que provoca no sólo el paso del tiempo, sino la misma vida. El cambio de pensamiento, nuevo modus operandi del ciudadano, nuevas culturas, nuevos...¿tiempos?

Aquí fue cuando caí que es imposible aferrarse a todo este legado que hemos heredado de nuestros grandes y sagaces compañeros. Principalmente, nos sorprendimos tanto de lo asequible y útil que resulta aplicar algunos de sus descubrimientos o de sus peculiaridades que casi hemos olvidado que somos completamente distintos. Y aquí es cuando miro con tristeza a la estatua que continúa describiendo un movimiento femenino, callada, sin ni siquiera dirigirme la mirada.

Es imposible hablar de cánones, de conceptos ideales, porque el tiempo todo lo erosiona, el hombre es tan capaz de crear como de destruir y el flujo de acontecimientos que ocurren en un mismo presente provoca una colisión instantánea, cada segundo, cada suspiro, de hechos, que a veces consiguen entrelazarse, que otras cristalizan en "coincidencias". El mundo es tan cambiante que es tan jodidamente inútil seguir hablándole a esta estatua, intentar captar su sensualidad para atraparla y encontrar unos orígenes, algo que dicen que tenemos dentro de nosotros, ese ligero vacío que a veces le da por asaltarnos cuando estamos en silencio.


Pero ya nada es lo que era. Vivimos constantemente en un futuro fantasmagórico y tratamos de arrastrar con nosotros lo que nos quedó de vidas anteriores. Pero es inútil, el peso del efímero presente es debastador. Y a una solo le queda sonreír, porque mira con compasión a la joven mujer que todavía continúa permaneciendo. Pero nada es para siempre, dicen sus ojos inertes. Tal vez sea lo único que es capaz de decir.

viernes, 3 de diciembre de 2010

Lo que El Mundo dice de Wikileaks

Después de un sobrecogedor "hasta el lunes, si dios quiere" de Matías Prats, del que todavía me estoy recomponiendo, he acudido rauda y veloz para plasmar las inquietudes que me han asaltado al leerme hoy, por voluntad propia, varios retales de El Mundo.

Yo que me proponía hacer una ardua tarea periodística (más bien NO) poniendo por aquí los enlaces de la versión digital del periódico que me he dignado a leer, encuentro que la parálisis de la actividad aérea y Don Wikileaks han colapsado todo incidente relevante con Marruecos, para mostraros que estoy de acuerdo con el editorial de hoy. Pero bueno, a simple vista no he encontrado el artículo que buscaba en la versión digital y eso que El Mundo soltaba dos bombas tras un editorial con sed de sangre. 

Esto es un ultraje, mira qué mal voy a quedar ahora.  

Sopa de Ganso
Al menos, nuestra sección de A diestra y siniestra cuyo nombre rinde total homenaje a su contenido, incisivo y catastrófico, nos ha dejado claro qué opinaba sobre los nuevos secretos a voces pregonados por Wikileaks. Encuentro, en este periódico y eso que he ido guiada por la morbosidad pura y dura, varias reflexiones e interpretaciones distintas al trabajito de Assange.

Para empezar, y de pleno, tras obviar la Tinta rápida con la que la mayoría de veces no estoy de acuerdo, he pasado al trocito de David Torres (os dejaría el fragmento pero el estupendo servicio de Orbyt de pago no permite que pueda difundirlo, lo cual es una pena, porque de lo que voy a hablar hoy es contenido altamente recomendable que, como buena tía loca, me he decidido a recortar de la versión impresa y almacenar) que hacía una comparación bastante sibilina de la situación del destape político por Wikileaks con la película Sopa de Ganso. Es curioso y a la vez más que inquietante que confiese que he esbozado un par de sonrisas al leerlo, recordando las absurdas escenas de lo que es una jugosa crítica a la política. Quien no haya visto esa película, ya está tardando. Quien la haya visto ya sabe por dónde van los tiros. Torres se dedica a establecer, de manera breve, ciertos paralelismos que podrían encajar tanto con el tema de Wikileaks como antes. Sin embargo, me ha parecido ciertamente ocurrente, e incluso, entretenida.

Tras un asentimiento de cabeza provocado por el editorial (increíble pero cierto) sobre el misterio de Rabat y la evasión de tomar cartas en el asunto por parte de España, he acabado en la Tribuna, sorprendida por una imagen de un tigre manteniendo el equilibrio sobre un ojo. Tras hacer un gesto de interés, he leído el artículo titulado La dictadura de la transparencia que trataba, de nuevo sobre el poder de Wikileaks y las repercusiones provocadas por la información. Un aplauso, señores, para  Elisabeth Roudinesco porque ha sido la primera vez que he leído algo que no apoye directamente al entorno de Assange, sin que sean meros escupitajos. Por un lado, el contenido ha despertado cierto desdén, por el otro curiosidad, lo que al final ha cuajado en cierto admiración. Como tampoco os puedo dejar aquí el artículo, tendréis que fiaros de mi criterio. 

La autora no recalcaba lo que, otros, como es el caso de Sopa de Ganso, han hecho durante estos días, que es la puesta en evidencia de una diplomacia con grietas, de la democracia teatral, que leí el otro día en Público (por Escolar). Roudinesco hacía hincapié en la importancia que se esconde detrás de este tumulto, la concepción de "transparencia" y lo rápido que se han vuelto las tornas contra Assange. Así es, los abanderados de la transparencia y de la ventana que no el espejo, se encuentran entre ellos mismos ante la incertidumbre y el rechazo de sus compañeros. Algunos le han recriminado al mismo Assange que se pusiera en contacto con los grandes periódicos (The Spiegel, El País, Le Monde, entre otros) y que le suministrara la información. Lo que, por un lado, da bastante que pensar, si son los mismos periódicos que suelen tener la voz institucional los que ahora se encargan de diseminar toda esta información siniestra, por decirlo de alguna manera.


 Sin embargo, El País bendice cada mañana a Assange y le reza un padre nuestro para que no lo cacen, mientras El Mundo enfoca la noticia de su detención como algo inminente. No puedo evitar interpretar esto como un recelo por no tener la información suculenta que  sustenta el panorama actual. Volviendo a Roudinesco, el artículo refleja sobre todo la parte negativa, el hecho de cómo se han sustraído estos datos y como se replantea el sistema de privacidad y transparencia que debería estar controlado y regulado por el Gobierno (¿para la seguridad nacional? lo dejo en el aire). Así es como Elisabeth nos presenta lo que, retomando el trato de Escolar del teatro democrático, sería el backstage del escenario. ¿Qué provoca este tipo de informaciones? ¿Que no toda información proporciona cierta perspectiva? De este modo la autora señala directamente la propagación de unas concepciones delitos conspiratorios, el dominio del imperio del crimen y de la corrupción: pura anarquía.  Si bien no hay que caer en una cosa y en otra, no hay que darle las gracias a Assange por habernos "abierto los ojos" sobre cuestiones que ya se veían venir, tampoco se puede concluir que los artículos de Wikileaks no han contribuido a hacer temblar a más de uno de los titanes que vagan por la Tierra. Pero aquí os dejo la otra lectura de una autora que ha conseguido despertar un debate interno en mí, y ha hecho que me recoloque las lentes, porque siempre existe la otra cara de la moneda, tal vez más oxidada, oculta en las sombras. Pero al fin y al cabo, sigue perteneciendo a la misma moneda, siendo su mitad, completando su existencia. 

Por último mencionar la gran aportación a El Mundo de Sostres, que ya ha decidido partir de que los informes de Wikileaks no muestran nada que no estuviera sabido y carga, con especial sorna, contra Garzón. Y yo también opino que tampoco han dicho verdades absolutas, pero al menos ponen por escrito, dan pruebas sobre lo que nos hemos estado imaginando durante años. Y en esta sociedad burocrática, sin esas mismas pruebas del delito que conserva las propias instituciones made in Burocracy, no se puede arremeter contra nadie. Al menos ahora, tenemos lo que nos pedían. Tenemos documento, pruebas e indicios que se han llenado de polvo ante la tranquilidad de unos gobiernos que se encargaban de mantenerlos en las sombras.  No caigamos en la especulación global que nos quieren a todos muertos, vale, pero tampoco nos quedemos de brazos cruzados relamiéndonos al ver la zanahoria.

sábado, 27 de noviembre de 2010

De ilusiones sobrevive el Poder

Mira que me da rabia escribir "Poder" y más porque viene de herencia del libro de estructuras. Qué vida más triste, la mía, pero qué se le va a hacer. He apadrinado esta palabrita con mayúscula que encuentro bastante potente y fácil de desentrañar para llegar al fondo de mi cuestión.

La entrada de hoy es simple y sencilla. Más bien, es obvia, pero lo más curioso es que recoge un concepto bastante olvidadizo. Qué demonios, de curioso nada, en la chistera sólo se adivina el contorno de las orejas de nuestro dulce conejo. El público mira, expectante, pero nadie se acerca para contemplar la chistera vacía porque las principales miradas se concentran en la mano invisible que sostiene la magnífica varita. Y es esta misma mano la que, con un movimiento semejante a un aleteo de mariposa, da paso a un espectáculo de humo, humo, humo y estrellas, de onomatopeyas con relieve como en los cómics de Batman, hasta que el mismo escenario ha saltado por los aires. Sólo queda sitio para los aplausos de un público emborrachado de estrellas y hasta arriba de humo.

Se nos olvida, queridos espectadores, que detrás de la mano se esconde una fuerza invisible que dirige la orquesta con la batuta mágica que deja boquiabierto hasta al más escéptico de los asistentes. Queremos ver al conejo, pero tan solo somos unos pocos los que nos apresuramos a entrecerrar los ojos para adivinar su silueta entre tanto humo, hasta que acabamos adormecidos y extasiados de emoción. Pura magia.

La dinámica de la dominación siempre ha consistido en el narcótico, "todo para el pueblo pero sin el pueblo". ¿Queréis libertad?¿Queréis democracia? Votadnos. Con tanta burocracia que no es más que cantidades abrumantes de un humo tóxico, acabamos en el mismo final, concediendo el poder a los mismos, pero todo bajo la escena de una intrigante mascarada. ¿Quién es quién? Qué importa.

Concédame este baile, madame, ando necesitado de poder. Dobléguese y sométase a mis encantos. No, no, no hable. Está mucho más guapa cuando mantiene la boca cerrada. Y así, bajo los encantos de un galán que se desliza por la sala iluminada con una de esas barrocas lámparas de araña, el Poder consigue inocularte la pasividad más primitiva. Será bajo susurros, promesas, ilusiones, que acrecentarán tu sonrisa. Porque es lo que todos queremos oír, no pare, señor enmascarado, no deje de que sus cuerdas vocales se adormezcan porque empiezo a ser adicta a las promesas caramelizadas, a los finales felices, a los sueños inalcanzables, a la emoción de un futuro incierto. No me deje así, caballero, no sea descortés. Déjemelo a mí, señorita, yo haré sus sueños realidad.

Y para los que digan que este ejemplo es una exageración, tengo una sorpresita preparada. ¿Qué es Edward Cullen sino el mismísimo representante del puritanismo de EE.UU? Se esconde tras unos sus colmillos un mensaje mucho más incisivo: la empalagosa y repugnante dependencia de nuestra subnormal protagonista hacia el macho encarnado en vampiro, los actos sexuales pospuestos por el matrimonio, la aplicación de condiciones establecidas unilateralmente por un cullen dominante y prepotente, la inocencia y virginidad que destila cada una de las tomas de la película. Hablé de una mascarada porque soy más romántica que todas estas chorradas, pero vaya, que tengo ejemplos para todos los gustos y colores.

El resultado es el mismo, acabamos sedados con tanta pasividad. Y aquellos que teóricamente, al menos, se replantean las políticas, la dominación pura y dura, las conexiones entre los agentes hegemónicos, poco a poco pierden el interés por indagar más allá de los altos muros del Poder. A la mierda todo, pensamos, no pienso ser partícipe de esta farsa. Sin embargo, con esa iniciativa sólo conseguimos desembocar en la mismísma rendición: la inactividad. No quieren que pataleemos, ni que estorbemos, ni siquiera que nos manifestemos. ¿Que no tenéis suficiente burocracia?¿Que necesitáis más fuerzas coercitivas?¿Queréis más pienso? Y temblamos, ante las amenazas más silenciosas. Porque asusta, y porque no nos gusta alejarnos de la manada. Encontramos en la ignorancia y el gregarismo el ingrediente vital para vivir, y seguimos balando, balando, balando, baaaaaaaalando.

La Memocracia o cómo vivir sin paraguas


Empezamos fuerte. La democracia concibe una pauta que yo veo utópica: aquella que dicta que los ciudadanos, a través de sus votos, elegirán a su representante para que ejerza su política bajo el mismo color y dulce aroma que los mismos votantes. ¿Existe algo así? ¿Puede alguien representar de una manera mínimamente precisa a un colectivo?

Supongo que seguiremos con el morro torcido cada vez que cada partido (maldito bipartidismo, que parece un SÍ o un NO, un HOLA y un ADIÓS) haga cada cosa, ya que dentro de cada uno de ellos, a pesar de que teóricamente se deban regir por una ideología de "partido", los miembros toman decisiones que acaban en tropiezos, en insultos a la oposición y en evasivas a la prensa. Espera, ¿A esto se le puede llamar Gobierno? Sólo leo amenazas, descalificaciones y sonrisas fáciles ante las cámaras. ¿Quién me controla? ¿Esta panda de memos?


Es tan gracioso ver cómo la bandera continúa ondeando, mientras unos niños se pelean en el Parlamento y pretenden que yo vaya, como adulta, a darle mi voto ¿de confianza? Puedo llegar a pensar que el mismo planteamiento es erróneo...¿deben los políticos regirse por una ideología concreta?¿No deberían velar por el bienestar común anteponiéndolo a cualquier pensamiento? No lo creo, ¿se llamaría esto política si la situación fuera así?¿Acaso el bienestar común no encuentra en las mismas corrientes de pensamiento un obstáculo?

Al fin y al cabo, los patrones los definen los intereses, ¿cuáles? Ahí es donde encontramos las disidencias en los partidos e incluso dentro de ellos. Donde unos dicen sí, otros dicen "tal vez", aunque en incontables ocasiones, ni siquiera estos partidillos encuentran sus propias iniciativas, sino que viven bajo el paraguas internacional, no vaya a ser que se chopen. Empiezo a cansarme de la dependencia de España a todos los niveles, por tener a unos señores que sólo salen en la tele para decirse cosas feas y ganarse el caluroso aplauso de los de su calaña. Empiezo a cansarme de que estemos comparándonos con x países, de decir que nos integramos cada vez mejor en el contorno europeo y que poco a poco nuestra proyección a nivel internacional es la más mejor del mundo.


¿Sabes qué? Que me importa una mierda. La solución no es sacar la basura de vez en cuando, en cada una de las convenciones, hablando de tiempos futuros, de lo que "se va a hacer" a partir de un "ahora" que perdió significado y credibilidad. Parece que en cada una de las cumbres internacionales, visitas y demás fiestukis que se montan los altos cargos, se tomen decisiones trascendentales, como si el estar lejos de su propio país y codeado con gente molongui les haga recapacitar y tener la suficiente sangre fría para adoptar una posición más consecuente, más racional, más positiva. Y a una casi siente un escalofrío cuando lee declaraciones de su máximo representante, le entra un arrebato de pasión y casi se deja llevar dándole un sonoro beso a la portada del periódico. Pero la tomadura de pelo es importante y una ya tiene preparada la cara de escéptica para este tipo de situaciones. " Sí, hijo sí, como siempre" me digo, con el porte de una abuela experimentada que ya predice el futuro, mientras paso de página.

Al final, siempre se acaba vomitando la democracia, como si fuera el mayor de los logros, como si todo fuera una mierda, pero oye, que al menos tenemos una democracia. ¿Ah, sí? ¿Desde cuándo, señores? Porque lo único que yo veo por aquí es, en todo caso, una auténtica Memocracia, donde vamos todos con una sonrisita a contemplar a nuestros políticos favoritos decir que va a paliar el terrorismo, que no se puede seguir así, que España es una gran nación que debe velar por las garantías y derechos de los ciudadanos, no a la guerra, no al racismo... Y son estos mismos los que acaban abucheándose como pequeños salvajes en el Parlamento. Y luego dicen que soy yo la mema.

Dimito, ¿dónde tengo que firmar?