sábado, 27 de noviembre de 2010

De ilusiones sobrevive el Poder

Mira que me da rabia escribir "Poder" y más porque viene de herencia del libro de estructuras. Qué vida más triste, la mía, pero qué se le va a hacer. He apadrinado esta palabrita con mayúscula que encuentro bastante potente y fácil de desentrañar para llegar al fondo de mi cuestión.

La entrada de hoy es simple y sencilla. Más bien, es obvia, pero lo más curioso es que recoge un concepto bastante olvidadizo. Qué demonios, de curioso nada, en la chistera sólo se adivina el contorno de las orejas de nuestro dulce conejo. El público mira, expectante, pero nadie se acerca para contemplar la chistera vacía porque las principales miradas se concentran en la mano invisible que sostiene la magnífica varita. Y es esta misma mano la que, con un movimiento semejante a un aleteo de mariposa, da paso a un espectáculo de humo, humo, humo y estrellas, de onomatopeyas con relieve como en los cómics de Batman, hasta que el mismo escenario ha saltado por los aires. Sólo queda sitio para los aplausos de un público emborrachado de estrellas y hasta arriba de humo.

Se nos olvida, queridos espectadores, que detrás de la mano se esconde una fuerza invisible que dirige la orquesta con la batuta mágica que deja boquiabierto hasta al más escéptico de los asistentes. Queremos ver al conejo, pero tan solo somos unos pocos los que nos apresuramos a entrecerrar los ojos para adivinar su silueta entre tanto humo, hasta que acabamos adormecidos y extasiados de emoción. Pura magia.

La dinámica de la dominación siempre ha consistido en el narcótico, "todo para el pueblo pero sin el pueblo". ¿Queréis libertad?¿Queréis democracia? Votadnos. Con tanta burocracia que no es más que cantidades abrumantes de un humo tóxico, acabamos en el mismo final, concediendo el poder a los mismos, pero todo bajo la escena de una intrigante mascarada. ¿Quién es quién? Qué importa.

Concédame este baile, madame, ando necesitado de poder. Dobléguese y sométase a mis encantos. No, no, no hable. Está mucho más guapa cuando mantiene la boca cerrada. Y así, bajo los encantos de un galán que se desliza por la sala iluminada con una de esas barrocas lámparas de araña, el Poder consigue inocularte la pasividad más primitiva. Será bajo susurros, promesas, ilusiones, que acrecentarán tu sonrisa. Porque es lo que todos queremos oír, no pare, señor enmascarado, no deje de que sus cuerdas vocales se adormezcan porque empiezo a ser adicta a las promesas caramelizadas, a los finales felices, a los sueños inalcanzables, a la emoción de un futuro incierto. No me deje así, caballero, no sea descortés. Déjemelo a mí, señorita, yo haré sus sueños realidad.

Y para los que digan que este ejemplo es una exageración, tengo una sorpresita preparada. ¿Qué es Edward Cullen sino el mismísimo representante del puritanismo de EE.UU? Se esconde tras unos sus colmillos un mensaje mucho más incisivo: la empalagosa y repugnante dependencia de nuestra subnormal protagonista hacia el macho encarnado en vampiro, los actos sexuales pospuestos por el matrimonio, la aplicación de condiciones establecidas unilateralmente por un cullen dominante y prepotente, la inocencia y virginidad que destila cada una de las tomas de la película. Hablé de una mascarada porque soy más romántica que todas estas chorradas, pero vaya, que tengo ejemplos para todos los gustos y colores.

El resultado es el mismo, acabamos sedados con tanta pasividad. Y aquellos que teóricamente, al menos, se replantean las políticas, la dominación pura y dura, las conexiones entre los agentes hegemónicos, poco a poco pierden el interés por indagar más allá de los altos muros del Poder. A la mierda todo, pensamos, no pienso ser partícipe de esta farsa. Sin embargo, con esa iniciativa sólo conseguimos desembocar en la mismísma rendición: la inactividad. No quieren que pataleemos, ni que estorbemos, ni siquiera que nos manifestemos. ¿Que no tenéis suficiente burocracia?¿Que necesitáis más fuerzas coercitivas?¿Queréis más pienso? Y temblamos, ante las amenazas más silenciosas. Porque asusta, y porque no nos gusta alejarnos de la manada. Encontramos en la ignorancia y el gregarismo el ingrediente vital para vivir, y seguimos balando, balando, balando, baaaaaaaalando.

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