martes, 23 de noviembre de 2010

MUY interesante

Acabo de leer hace exactamente 3 minutos (es decir, a las 21:39) un comentario que ha hecho que me hierba la sangre de tal manera, que a mi lado el susodicho Eyjafjallajökull (que en élfico quiere decir "tu madre vendrá esta noche a cenar") parece la maqueta de Martin para el concurso de ciencias. No añadiré textualmente el comentario porque si no me precipito por la ventana ahora mismo (una vez haya levantado el estor, deslizado la mosquitera, abierto la ventana, subido al alféizar, haber gritado "mamá te quieroooo, adiós mundo cruel"). Pero que me vaya a poner a dar coces, os guiaré un poco, está motivado por una afirmación muy simple, dejada por una persona que al parecer sigue respirando mientras escribo esto. La esencia del mensaje era esta " a mí también me gusta la fotografía".

Léase en cualquiera de los "intereses" aquello de cine, fotografía, escuchar música, estar con los amigos, leer, escribir, pensar...
Lo de pensar ya es para coger el motor de una zodiac y que te vaya abofeteando (en el mejor de los casos) con sus pequeñas pero mortíferas aspas. Aunque eso parece ser una venganza propia y un tanto excéntrica, así que vamos a dejarlo estar. En lo que me quería centrar, y por lo que vengo rebuznando desde que he leído eso, es en la facilidad que todo el mundo tiene ahora por amar este tipo de "arte" que compone nuestro mundo. Oh, qué bonito me ha quedado. Si ahora me pongo en plan absolutista y dictamino que la mayoría de gente le gusta ir al cine, ver películas (o el cine en general, el hecho es el mismo), la música, los libros, estaré en un error. ¿Por qué? Pues muy fácil. Para empezar porque a mí no me gusta decir que todo es así o todo es asá porque siempre existe margen de error y el precioso carácter perfectible de las cosas. Y para continuar, porque no estaría en lo cierto, es un hecho que no a todo el mundo le gusta leer, ni ir al cine.

Vayamos por partes. Todo es tan sumamente relativo, que si me pusiera ahora a diseccionar a cada uno de los sujetos inventados con los que cuento para esta entrada, podría acabar volviéndome definitivamente loca y ese no es el principal objetivo. Así que, con esto vengo a decir, que dentro de que a cada persona le interesan ciertas cosas, la intensidad con la que lo hace es bastante distinta. El grado de especialización, si se quiere decir de una manera más burócrata y repulsiva, o las horas que le dediques, si hablamos entre amigos. Por lo tanto, aunque tantas y tantas personas coincidan en sus palabras, en sus hechos no lo hacen, y no hay un medidor preciso (ni hace falta que exista, qué demonios) para determinar hasta qué punto se puede considerar válido y apto que tú puedas afirmar eso. Más que nada porque esto no es un control policial y porque cada uno dice lo que le da la gana y le gusta, me repito, lo que le da la real gana.

Pero en esta lista de factores altamente tóxicos y contagiosos, hace unos años entró (y con tal fuerza que hasta me atrevería a decir que lo hizo con una embestida) la fotografía, de la mano de la polaroid y las réflex. Hablo con conocimiento de causa, quede claro desde el primer momento, porque fui una de las que se adjudicó una maquinita por aquello de "me ennnncanta la fotografía". Y bien. Con la creación de tuenti, facebook y todas esas redes sociales que últimamente vagan como espíritus en mi vida (todos los días alguien me las menciona y empiezo a sentirme más que intimidada) las fotos se han convertido en el centro de la vida social. Y es que la calidad de una réflex SE NOTA. Aquí es cuando una se saca de la manga la expresión "tía, es que con esa cámara salgo más guapa" y cierto es, vaya, tan cierto es. El caso es que se ha alimentado, paulatinamente, este amor, esta pasión por el encuadre perfesto que inmortaliza un momento increíblemente perfesto.

Yo no estoy en contra, ni mucho menos, de que cada vez se usen más las cámaras, ni de que se utilicen como convenga: si te apetece gastarte 600 pounds en un cacharrito que sólo lo empleas para las comiditas familiares y los botellones en casa de tu amiga, allá tú. Si, en cambio, tienes este espíritu revolucionario, o una vena palpitante repleta de curiosidad y utilizas la cámara para retratar inquietudes o transmitir emociones o percepciones que encuentras en ciertas imágenes o situaciones, adelante también. Ambos sentidos son legítimos dentro de mi código.
Ahora bien. No me vengas con chorradas de que " a ti también te gusta", en el sentido de "vaya, ya somos dos, mostrémosle al mundo qué podemos hacer con nuestras cámaras hipermegaguaychis". Hay ciertos productos que se han prostituido de manera brutal y drástica, como son las camisetas de La Naranja Mecánica, los pósters de Pulp Fiction, las citas de Trainspotting o los pensamientos de Nietzsche. Seamos realistas, estas cosas ya no sirven como distintivo. Simplemente suben puntos de popularidad, de molonería o como quieras llamarlo. Que es una auténtica puté, pues sí, no voy a negártelo. Que es una realidad, pues también.

Con esto no quiero emitir una crítica a los que hacen este tipo de cosas, ni a los que lo llevan, porque como ya he dicho, respeto estas cosas, al igual que yo también puedo hacerlas. Pero en lo que yo quiero hacer especial hincapié es en el trasfondo de estos matices, en los abismos que se encuentran entre dos personas que lleven lo mismo, o que practiquen la misma actividad, pero que lo entiendan, vivan y experimenten de maneras muy distintas. Así que sí, a ti también te gusta la fotografía. Y a mí también. ¿Y qué?

1 comentario:

  1. Amén, Nain. No sabes la de veces que me he hecho esa misma reflexión, no con tanta gracia, por supuesto, pero en el fondo sí.
    Me entran ganas de llorar cada vez que abro mi preciosa enciclopedia del Pop Art, por lo que ha degenerado todo...

    ResponderEliminar