lunes, 3 de enero de 2011

La mala costumbre que heredamos de Callejeros

Anoche, mientras intentaba a duras penas lograr hacerme un bocadillo decente para cenar, me quedé embobada mirando la televisión como hacía tiempo que la dichosa caja tonta no lo conseguía. Después de un zapping bastante torpe acabé en uno de los canales de tve, yo juraría que era el de las 24 horas.  

Partiremos de que era ese y así me quedo yo más tranquila.

El programa se llamaba REPOR y buscando ahora mismo el enlace he encontrado justo el vídeo del que voy a hablar, mira tú qué suerte la mía. Lo tenéis aquí, no me deja incrustarlo así que os dejo la dirección: http://www.rtve.es/television/20090130/sobrevivir-a-calle-repor/226811.shtml

El reportaje se llama Sobrevivir a la calle y conseguí engancharme cuando ya llevaba la mitad del programa emitido. Sin embargo, y un tanto reacia a contemplar lo que Callejeros ha querido meternos a horas un tanto indigestas, sobre gente de la calle, drogadictos, prostitutas y personajes variopintos que les enseñan sus artes a las cámaras, permanecí con el mando en la mano unos segundos. Le di el beneficio de la duda y esperé a ver si no rozaban la morbosidad bullente de la que Cuatro ya ha hecho el estandarte de la cadena. Pero me sorprendí al encontrar que delante de mí, un hombre con un aspecto quijotesco, la cazadora un tanto roída y un rostro curtido por la experiencia buscaba la complicidad de la compañera que le preguntaba al lado de la cámara. Me sentí nostálgica y decidí dejar el mando sobre la mesa y atender.

Así fue, uno de los casos que trataba el programa era el de un dibujante de cómics que tras ser despedido se encontró de la noche a la mañana en la calle. Tal y como relata él, acabó inmerso en la bebida y ahora la Fundació Arrels le había dado un piso junto con otras dos personas que también se encontraban en la calle. Al principio me entristecí bastante, al oír la voz cascada de este hombre que llevaba al equipo de tve a un lugar lejos de la ciudad, a los matorrales donde descansaba todas las noches. Lejos de querer asentarse en un cajero, decía que tan sólo los árboles habían sido testigos de su miseria. Así, poco a poco, fui desprendiéndome del sentimiento razonable de compasión y empatía para acabar vistiendo la admiración. El poder de la superación, en el testimonio de aquel hombre se encontraba una verdad como un templo, que relucía entre unas confesiones tan sinceras. Ni lloraba, ni se lamentaba en exceso, tampoco montaba un teatrito. Simplemente esa había sido su vida. Mostraba a la cámara los bocetos de su nuevo cómic, la parte en la que narraba una agresión que él mismo había sufrido. Así, el testimonio de este hombre iba a ser plasmado en garabatos llenos de recuerdos. 15 años. Y pienso yo en los 19 que luzco y siento un tremendo escalofrío.

Hay más casos brillantes en este reportaje. También hay un hombre que trabajaba en una editorial y ahora retoma su faceta artística escribiendo su experiencia. Lo graban en una cafetería, junto a un café y un bloc para escribir. Cerca de la ventana, con el semblante entristecido, pero blandiendo con determinación el bolígrafo que teñía las páginas de tinta. El vivo retrato de la superación, de nuevo.

Encontré en estos dos hombres en concreto esa fuerza de la que hablan. Eso que dicen que se llama esperanza y que hay que tener, aunque tan sólo quedaba el eco de ella. Porque no existe, sólo el reflejo que se desprende de las decisiones que tomamos. La actitud, la determinación, el coraje y la lucha para enfrentarse a unos problemas. Me imagino una espiral incisiva. Tener problemas, caer en la evasión, que a su vez genera más problemas, ¿cómo salir de esa realidad paralela?¿Cómo enfrentarte a los vicios que conlleva el haber huido? Las decisiones escuecen y poco a poco se solidifican, acaban formando una gruesa capa sobre nuestra piel, y con el tiempo va tomando forma, va perfilando sus curvas, describiendo casi a la exactitud el contorno de nuestro cuerpo. Y para cuando quieras echar la vista atrás, te darás cuenta de que has tardado 15 años en girarte.

La verdadera supervivencia se encuentra hoy en día en ellos. En la calle, entre basura, entre cartones y cuerpos ennegrecidos. Sonrisas melladas que pasan desapercibidas en la sombra, y sólo se oye el sonido de nuestras conversaciones, de nuestros pasos, de nuestras vidas, de nosotros.

Estoy tan acostumbrada a ver miserias en Cuatro que acabo igual de inmunizada que con los conflictos en Oriente Medio. Callejeros nos ha hecho muchísimo daño, intentando adaptar esa mentalidad de "telerealidad" que al final solo acaba indagando en los barrios más turbulentos de las ciudades, royendo, buscando con avidez testimonios de gente que intenta pasar a duras penas un día más en la tierra. Y estoy hasta los cojones de ponerlos y que me salga más de lo mismo, para que al final acabe trasladando un problema real a la ficción. Para que acabe con lo siempre "¿viste en Callejeros aquel drogata que estaba en x sitio haciendo no sé qué? ¿Y qué me dices de las prostitutas que bailaban alrededor de una hoguera?". Por mucho que los saquen en televisión, no creo que eso incremente su dignidad, ni sea una clara forma de integrarlos en la sociedad, si es que ese es uno de los objetivos de este programa. Lo único que veo es un interés malsano en todo esto, que lejos de relatar alguna experiencia dura acaba por hacernos bostezar y pensar que es "más de lo mismo". Menos mal que con el programa de tve pude quedarme con una sensación maravillosa, con el último sabor de una victoria.

Callejeros ha conseguido que piense que la miseria es una mancha que tarde o temprano conseguirá ahogarme en el lodo. Deberían relatar con mayor ímpetu historias como estas, que alientan a seguir avanzando, a ajustar las lentes para observarnos a nosotros mismos diferentes y replantearnos lo que hacemos. Es tan fácil caer en el dramatismo y dejarse embriagar en esta espiral que sólo indica el camino para llegar a la gran evasión. Con testimonios verídicos y sin lagrimones, tan sólo miradas sinceras y sonrisas que acaban de despertar es la mejor manera de conseguir la simpatía del público. Las desgracias continúan bajo el foco de atención y así debe ser. Pero también las grandes hazañas deberían ser contadas. Y no precisamente de la mano de la factoría Marvel. Aquí no queremos héroes, queremos superaciones reales.

Queremos vivir, que al fin y al cabo es la manera más dulce de sobrevivir.

1 comentario:

  1. pretendía decir algo de lo que has escrito, darte la razón quizás o subrayar aquello que más me ha impactado o las frases que me han dejado noqueado. pero copiar y pegar tu texto en este comentario lo veo tan absurdo, que prefiero decirte, "olé". olé, porque sabes captar la humanidad de todo aquello que te rodea y no lo coges y lo moldeas desde tu punto de vista, si no que lo que ves te moldea a ti. olé, porque eres capaz de escribir dos folios sobre un impacto, sobre un motivo y transformarlo en un grito de superación, un grito de avanze, de evolución. y olé, porque yo, por lo menos, puedo estar tranquilo al que, en un futuro no muy lejano, podré coger un buen periódico, o una buena revista y leerla, y leer cosas como estas y decir, a esta titi la conozco yo.

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